miércoles, 8 de noviembre de 2023

DIRTY BOYS: 1: EL LADRON



 I

EL LADRÓN

Aquella noche era la más normal de todas, de hecho era bastante más aburrida. No había ocurrido nada diferente a lo que la rutina diaria me tenía bien acostumbrado, y es que después de la escuela pasé casi todo mi tiempo libre echado en la cama, pensando en las miles de cosas que harían a mi vida mucho más interesante.

Se había hecho de noche muy rápido, antes de las 8 las luces de las calles se comenzaron a encender, y el barrio se sumió en un silencio agobiante, pero perfecto. El único ruido que percibía desde donde estaba era el de las ramas golpeando la ventana de mi habitación y el soplido del viento atravesando las cortinas hasta llenar de frescura mi piel. 

En medio de todo aquel silencio, me encontraba yo, un hormonal veinteañero, desnudo y abandonado sobre mi cama, mientras trataba de encontrar la forma de huir del calor más efectiva, pues en el verano, la temperatura de elevaba a niveles extremos durante las noches y en las madrugadas llegaba al punto más insoportable. El calor me asfixiaba de esquina a esquina y, ni siquiera el mejor aire acondicionado era suficiente para equilibrar la temperatura.

Una de las reglas implícitas del barrio era que desde muy temprano por la mañana y muy tarde por la noche, las ventanas debían estar completamente cerradas y, de ser posible selladas, puesto que la ciudad estaba siendo azotada por una serie de asaltos nocturnos, de manera regulas, una casa era robada por sujetos extraños que siempre encontraban la forma más inesperada de irrumpir en las propiedades. Mi mamá cerraba toda entrada con seguros de la más alta calidad, traumatizada por la ultima vez que fuimos victimas de uno de esos devastadores robos. Los televisores, celulares, joyas, todo desapareció mientras nosotros yacíamos en cama durante la media noche. 

Tratar de imponerse a uno de esos criminales era la decisión más tonta que se podía tomar, pues a ellos no les había importado usar sus armas contra las personas con tal de llevarse un buen botín. El barrio era quizá uno de los más afectados por la invasión reciente de las pandillas del este de la ciudad, todos unos delincuentes experimentados buscando ampliar su zona de trabajo.

Pero en aquel momento ese no era mi problema más grande, sino el calor, tan sofocante que mi miembro suelto absorbía el calor y lo convertía en una erección dolorosa, mi cuerpo ya estaba sufriendo demasiado por el sudor mojando mi piel, había estado haciendo ejercicio de más y mis abdominales dolían bajo lo que con mis pensamientos impuros, se convirtió en un excitante calor.

Deslicé mis manos por mis abdominales, limpiando el sudor de mi abdomen, sujeté mi pene erecto y punzante con fuerza, subí y bajé su piel desatando una onda de placer momentáneo con cada embestida. Levanté mis piernas todo lo que pude liberando mi trasero de las sábanas calientes, y con uno de mis dedos me auto-penetré sin tener el plan de detenerme hasta causarme un orgasmo tan caliente como mi habitación.

Era tan virgen y "puro" que mi cuerpo me exigía placer y la única forma que conocía igual de efectiva era auto-complacer mis deseos sexuales, pero no podía negar que enserio deseaba que un hombre me penetrara sin dulzura, quizá sea un pervertido por desear esa clase de cosas, pero había estado tanto tiempo esperando, que mi mente necesitaba sentir el placer erótico encarnado en un hombre.

Al unísono del rechinar de mi cama la ventana de mi habitación fue golpeada con lo que parecía ser un metal, di un brinco sobre la cama y detuve la sesión de placer, saqué mi dedo de mi entrada extrañado por el repentino sonido, las cortinas estaban abiertas y la luz de la luna era lo único que me permitía distinguir las cosas entre la oscuridad.

Me senté sobre la cama y me dispuse a ponerme de pie con la idea de investigar lo fuera que había golpeado mi ventana, no estaba nada de humor para que alguien se metiera a robar, por lo que me asomé por el cristal sin poder ver más que la casa del vecino con las luces apagadas, giré el seguro y empujé la ventana hacia arriba sin poder sentir un cambio de ambiente tan radical pero el viento que entraba era refrescante. Me mantuve de pie enfrente de ella masturbándome y erizando mis pezones por el constante cambio de temperatura.

El placer de mi cuerpo estaba en tal punto que era dificil que pudiera detenerme, estaba idiotizado por los calientes golpes de placer que mi dedo índice metido hasta el fondo me ocasionaba, y mi mano lubricando mi miembro con el poco semen que se me había escapado de el.

Mis gemidos se desataron y yo no planeaba hacer nada para detenerlos, mis padres debían estar tan dormidos que su hijo masturbándose no debía poder interrumpir sus sueños.

El clímax estaba tan cerca que podía sentir como mi semen estaba al borde de chorrear fuera de la ventana, hasta que un tipo se asomó por ella, trepado en el árbol, se lanzó en la orilla del marco y me empujó dentro de mí habitación balanceándose y pisando con firmeza la alfombra.

Me caí al suelo mirando como el sujeto con el rostro cubierto con un pasamontañas me miraba, estaba desnudo y a punto de ser asesinado o golpeado por uno de esos delincuentes, todo por abrir la ventana por unos minutos de más. Me eché para atrás sin poder levantarme hasta chocar con la base de mi cama, él se acercó con más velocidad y me levanto del brazo y sujetó mi cuello con una de sus manos.

Sus ojos eran azules y sus labios carnosos, era todo lo que podía ver de él, aquel pasamontañas negro típico de los ladrones de caricaturas cubría bien todo rastro de su identidad. Él me aventó en la cama sin dejar de apretar mi cuello, se subió encima mío hasta respirar en mi cara soltando el aire caliente que traspasaba la tela del pasamontañas.

—Llévate lo que quieras —dije aterrado.

Sus labios de estiraron en una sonrisa terrorífica y sus ojos me pusieron los vellos de punta sin esfuerzo, soltó mi cuello y dejó sus manos libres para desabrochar su cinturón de piel enrollado a sus caderas. Mi corazón casi se sale del pánico al verle el enorme bulto bajo sus boxers, él no quería robarme, él quería otra cosa de mí.

Pude ver cómo si todo pasará en cámara lenta, su pene enorme y ancho saliendo de sus boxers y rebotando por lo largo que era, el ladrón jaló mi pelo y me acerco a su miembro con violencia.

—Chúpala —me ordenó firme con su voz áspera.

Me quedé pasmado y sin poder mover uno solo de mis músculos inertes, él parecía molesto por mi inactividad y me metió por la fuerza su pene en la boca, logrando saborear su semen expulsado por lo caliente que estaba el tipo, mi garganta de atragantó con el miembro más duro de la existencia, el cual comenzó a follarse mi boca como si de un ano dilatado se tratara, digo eso porque yo no tenía ni un solo momento de control de las felaciones.

Alcé mis manos tocando la parte baja de su miembro en las comisuras de mis labios, la señal suficiente para él de que yo iba a cooperar, ¿cómo no hacerlo?, estaba tan excitado antes de que llegara que podría chuparle el miembro a quien fuera sin ningún problema.

Moví mi lengua por todo su falo, sacándole intensos gemidos masculinos, su semen se estaba corriendo en mi boca como si estuviera mamando una ubre, inyectando el sabor amargo de este en todo mi gusto, de ninguna forma humanamente posible podría meter todo en mi boca, era demasiado grande, más grande que cualquiera que haya podido prever en internet.

Él me la sacó repentinamente dejando salir mi saliva combinada con su eyaculación sobre mi pecho desnudo, el escenario perfecto de aquella noche fue poder haberlo visto  quitarse su ropa con velocidad, su camisa negra se salió fácilmente por su cabeza mostrándome su cuerpo musculoso y pálido, decorado con tatuajes en sus brazos desde sus muñecas a sus hombros, era por mucho el más sexy y candente cuerpo que había visto, aquel hombre, podía hacer conmigo lo que sus más profundas fantasías le ordenaran. 

Bajó sus pantalones y me mostró sus piernas fornidas, todo su cuerpo desnudo y salido de una pintura del mismo cielo, un dios en todo el sentido. Él me jaló las piernas y me dio la vuelta poniéndome boca abajo sobre la cama.

—¿Quieres que te folle? —me dijo en el oído.

Soltó una fuerte nalgada en mi trasero y yo solo guardé silencio sintiendo su pene rozando con mi entrada palpitante.

—¡No te escuché! —dijo con más intensidad.

Volvió a nalguearme con mucha más fuerza, tan excitante golpe me hizo gemir como todo un pasivo.

—Sí, fóllame —dije sin pensarlo.

—Así me gusta —dijo con una carcajada.

Él alineó su pene en mí entrada, escupió en ella unas dos veces entumiendo mi espalda y me lleno por completo de su miembro sin mucha delicadeza. Pude sentir todas esas venas gordas y palpitantes en las paredes húmedas de mi recto, abriéndose paso por mi estrecho ano virgen.

Sabía que dolería la primera vez, pero nunca pensé que tanto, y mucho menos me hacía a la idea de que con quién lo haría primero, sería con un sexy ladrón con un miembro de aproximadamente 20 centímetros, él no se tentó el corazón y me empezó a coger con extrema dureza. El dolor era enorme y el placer me hacía morder las sábanas, el rechinar de mi cama era preocupante, mis padres podrían despertar y más con los gemidos fuertes del delincuente subido sobre mí dándome tan duro que sentía como si me fuera a correr sobre la cama sin tocarme. Adoraba las sensaciones que me llenaban el cuerpo, dolor y placer combinados en un intenso ciclo de embestidas a pelo que no soportaba.

Otra nalgada atacó mi glúteo provocándome un gemido y llenando de placer mi cuerpo con sus estocadas cada vez más placenteras, dolía, pero era tan sencillo de ignorar con lo fácil que él me golpeaba en ese lugar donde siento el placer puro. Ese suave y delicado botón que estaba siendo follado por él, un criminal con la polla más deliciosa del mundo.

El sonido de su piel chocando con la mía me ponía los ojos en blanco, el sudor de mi frente se caía en las sábanas y me ayudaba a adaptarme al calor que aún se sentía tan presente, duplicado por el sexo, avivado como llamas con el jodido buen trabajo que el ladrón me estaba haciendo allá atrás. Sentía la fiebre aumentando en el ardor de mi frente y en como sus manos calientes aceleraban el calentamiento de mis adoloridas nalgas rojas.

—Gime más fuerte para mí, imbécil —me ordenó.

—No... No puedo —titubeé a su orden.

—¿A no? —dijo furioso. De inmediato me levanto el torso juntando su pecho con mi espalda y metiéndome su pene hasta el fondo, gemí demasiado fuerte electrificado por su embestida—. Dime que no y te voy a castigar otra vez.

—No... —volví a decir alimentado por las ganas de sentir eso de nuevo.

—Te gusta jugar conmigo, pero estás tan apretado que no puedo sacarte la verga para castigarte —dijo taladrando mi entrada y mordiéndome el cuello alzando mí mentón y juntando mi nuca con su hombro—. Dime que te gusta que te dé pito.

—Me gusta que me cojas —solté ebrio del placer —, dame más.

—¿Así? —me preguntó golpeando mi próstata tan fuerte que deliré en ideas que no creí existentes, un placer tan sublime que parecía que solo estaba soñando con él.

—Más adentro —le pedí restregando mi trasero en sus caderas.

Con rapidez me golpeó la piel con sus penetraciones cada vez más veloces y despiadadas, tanto que en lugar de sentir el dolor me sentía hecho polvo del enorme éxtasis que mi cuerpo logró alcanzar, ese enorme pene era más que solo apariencia, él sabe cómo moverse y llenarme de su semen por todo el recto.

—No dejes de gemir —me ordenó con severidad en su voz—. O enserio me voy a enojar, corazón.

Creí que ya estaba enojado, con la forma tan brusca en que me follaba podía pensar eso, pero enserio quería que se enojara más para sentirlo correrse en mí. No gemí, aguanté con todas mis fuerzas cada jadeo de mi boca y podía escuchar como sus gruñidos demostraban que estaba desesperado por hacerme gemir, le gustaba oírme hacerlo.

—¡Gime! —me dijo con enojo.

—No puedo —dije con la idea de provocarlo.

—Si puedes, verás que sí —afirmó jalando mis hombros y usándolos como impulsor a sus estocadas, llenando de un incontrolable placer mis entrañas.

Mi cuerpo estaba en el límite de su capacidad y mi piel se derretía como hielo.

No podía evitarlo, solo comencé a gemir muy fuerte bajo las sábanas, me follaba tan duro que era imposible no gemir, enserio no quería que se detuviera.

—No, levanta la cara —me dijo al ver qué cubría mis gemidos en la cama—, no me importa quién te escuche, quiero que sepan que te estoy cogiendo y que te gusta.

—Nos van a descubrir —jadeé en medio de su penetración —no quiero que lo hagan, quiero que me cojas.

Si no nos habían escuchado ya, era un milagro, si yo no gemía, él sí lo hacía, y muy fuerte.

—Estas bien apretado, se siente riquísimo —dijo con su voz áspera y fuerte—, aprieta más el culo para papi.

Obedecí apretando mi cuerpo y dándole lo que quería, sus jadeos me excitaban demasiado y sus mordidas en mi espalda me gustaban mucho más, la forma en que me sometía a él no me molestaba, dejarlo hacerme todo era mejor. Sabe cómo darme placer.

—¿Te gusta la leche de papi? —dijo.

—Me encanta —dije con debilidad.

Él me saco el miembro de golpe y sentí como si me arrebatara una parte de mí, me volteó sobre la cama para después meterme el pene en la boca como había hecho en un principio. Solo necesité chupársela unos instantes para poder sacarle todo el semen que tenía guardado, chorros y chorros de ese líquido pegajoso y exquisito ahogando mi boca.

Sabía algo salado pero me gustaba su sabor, me lo tragué y seguí chupando la punta de su miembro como si fuera una paleta, todo hasta dejárselo bien limpio y brillante.

—Se amable y mastúrbate para mí —me dijo con todo menos amabilidad. 

Se bajó de la cama metiendo la punta de mi miembro sobre su lengua saliendo del agujero del pasamontañas. Mis mejillas se pusieron rojas al ver esos perfectos y carnosos labios besando mi polla.

Me masturbé muy rápido, con desesperación, el placer fue inmediato y abrumador, el chorro de la eyaculación le llenó la boca y sus dientes blancos y rectos comenzaron a escurrir de leche espesa hasta su lengua.

Él se tragó mi semen y chupó de la misma manera mi miembro sin dejar un rastro de mi esencia en él, se sintió demasiado bien, no conocía el placer de una felación hasta ese momento.

—Estuvo delicioso, voy a volver por más —dijo y se acercó a mis labios.

Aquel ladrón me plantó un beso pasional y se llevó consigo una buena cantidad de mi saliva a la boca.

Me quedé tirado en la cama con la misma posición en la que él me dejó, completamente satisfecho sexualmente por su excelente forma de follar, esperando impaciente todas las noches que volvió para reanimar mis ansias sexuales.

Esa noche, ese ladrón robó mi virginidad y toda mi atención.




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