sábado, 11 de noviembre de 2023

DIRTY BOYS: 2: PRIMOS INTIMOS



II

PRIMOS INTIMOS

Cada mes de diciembre, en las vísperas de fiestas, yo era forzado por mis padres a visitar la casa en la granja de mis abuelos en medio de la nada, odiaba estar ahí, sin señal en el celular o alguna actividad que fuera mínimamente entretenida, además de que era un aburrido infierno escuchar a los tíos contar chismes e historias inventadas por horas frente a una fogata. 

Podían decirme muchas cosas, cosas positivas sobre pasar tiempo con la familia, pero la realidad era que no me llevaba bien con nadie, no tenía a ningún primo con el que pudiera destacar una relación estrecha o algún tío con el que mantuviera lazos cercanos, pero muy a pesar de todo eso, había una razón por la que no me quedaba en casa emberrinchado, y por la cual me forzaba a sonreír frente a todos con los ojos irritados ante el calor de la fogata.

La familia aparentaba ser tan unida como ninguna otra, llena de amor y confianza, pero la realidad triste es que todos eran indiferentes entre ellos, no existía nada más que competencia y envidias, personas prepotentes y arrogantes unidas solo por sangre y por una herencia que posiblemente era lo único por lo cual se hablaban todavía. Pero no estaba ahí por ellos, en realidad, estaba ahí por algo mucho más pecaminoso que lo que mis tíos hacían en la sala de billar, más morboso que lo que el abuelo ocultaba en los cajones de su alcoba, sí, yo estaba ahí por mi adorado y candente primo, Martín.

De entre todos, él era el único al que podía rescatar algo decente, su físico era tal vez la única razón por la que me atraía, pues su personalidad era nefasta en todos los aspectos, pero había sacado buen provecho de la genética familiar y explotó su cuerpo en músculos, aquellos brazos enormes y definidos me ponían tan mojado y erecto como nadie más, su enorme cuerpo voluptuoso por todos esos músculos y ese vello corporal que forraba su piel de pies a cabeza, todo me encantaba.

Martín era mi fantasía, mi atracción culposa y prohibida, y es que desde que mi pubertad inició todo lo que pensaba por las noches solitarias era en su cuerpo, cuando él me dejaba sentarme en sus piernas creyéndome inocente, sentir aquel enorme bulto duro bajo mis nalgas, deseando ser follado sin culpa y miedo por aquel delicioso hombre. Recientemente me había armado de valor para comenzar un detallado plan de seducción, Martín era heterosexual, pero no había cosa más excitante para un hombre que un enorme culo como el que me había hecho con meses y meses de ejercicios intensos. Me había vuelto más cercano a él en los últimos días, conversábamos sobre sus temas preferidos en la sala de estar y yo acariciaba su pecho con indecencia cuando él me lo permitía, acercaba mis labios a lo suyos cuando el silencio nos consumía y miraba su entrepierna cuando él miraba mi culo sin ningún tipo de vergüenza. 

Ambos estábamos en un punto sin retorno, él no sabía bien lo que pasaba, pero yo sí, todo estaba planeado y pensado para que al final del día tuviera su enorme polla jugosa metida en mi recto.

Desde muy temprano de aquel día, me levanté y me dirigí a su habitación para conversar un rato, pero no pasamos mucho tiempo pensando en futbol o en videojuegos, de hecho, él decidió mostrarme algunos de sus videos para adultos preferidos, confiado en mí, enseñándome justo aquellas posiciones eróticas que más le excitaban, la forma de gemir y los movimientos que adoraba el hombre en aquellos videos, pretendía hacer lo mismo que la chica hacía en ellos, pretendía ser lo que él quisiera que fuera solo con el fin de ser follado por él. Ambos habíamos acordado vernos en su habitación a la hora de la fogata, para continuar con los videos y pajearnos un rato, al menos eso tenía en mente él.

Martín se levantó de la fogata unos minutos antes de que comenzaran las risas de mis tíos, lo que fue mi señal para hacerlo un tiempo después.

—Voy al baño —le dije a mi madre.

—Bueno, no tardes —aceptó ella con amabilidad.

Me levanté del tronco en el que estábamos sentados y caminé por el jardín trasero de la casa del abuelo, Martín había salido disparado a la casa y yo seguí su camino, alimentado por la emoción de ver aquella verga jugosa de cerca.

Me metí a la casa y encontré una agobiante soledad dentro, el eco de mis pasos por el pasillo buscando las escaleras se hizo muy presente, subí con lentitud las escaleras, con algo de nervios, era mi única oportunidad de que él me follara y no podía desperdiciarla por impulso.

Al subir me encontré con que la puerta de su habitación se encontraba abierta, lo suficiente para poder ver la luz de la televisión a través de ella, me paré a un lado de la puerta y me asomé para ver lo que Martín pudiera estar haciendo dentro. Lo observé con los pantalones boxers abajo, sin camiseta y sentado en la cama, con la polla erecta y masturbándose con un video porno. 

Me armé de valor, me quité la ropa y la dejé caer en el pasillo, pellizqué mis nalgas enormes y lampiñas, suaves y redondas, aquellas nalgas que tanto esfuerzo me costaron y que eran todas para él. Entré a la habitación empujando mi ropa dentro y cerré la puerta con seguro. 

—Ya empecé —dijo con una risita—. Vente, siéntate.

Le sonreí y me acerqué, me detuve y miré su polla, gigante, larga y gruesa, llena de venas gordas y de una glande roja y dura. Mi polla se puso tan dura que sentía las palpitaciones recorriendo todo mi abdomen, caminé más y me paré frente a él, con la mirada fija en sus ojos confundidos y con intenciones sucias. 

—¿Qué haces? —me preguntó.

—No preguntes —dije.

Me di la vuelta y le mostré mis nalgas, más grandes que las de la actriz de su video, más gelatinosas que las de la del video anterior y más follables que las de ningún otro ser humano. 

—Carajo —dijo con una carcajada—. Que pedo con tu culote. 

—Les hace falta una buena verga, primo —le dije con picardía.

—¿Enserio? —preguntó.

—¿Por qué no te subes a la cama? —le dije.

Él no dijo nada y se recostó en la cama, me subí sobre él y me senté en su regazo, dándole la espalda y con mis nalgas alineadas a su polla erecta, me moví de arriba a abajo, masturbandolo con mi culo, provocando a sus más sucias fantasías a tomar el control de él.

Martín manoseó mis nalgas con fuerza, pellizcando mi piel y soltando piropos cochinos.

—No sé que estás haciendo —dijo.

—¿Por qué no cogemos? —le propuse gimiendo y frotando mis nalgas en su entrepierna.

—¿Quieres que te folle? —me preguntó y me soltó una fuerte nalgada —¿Me ofreces estas ricas nalgas?

—Sí, Martín, vamos a coger —le repetí con desesperación.

Él guardó silencio, siguió nalgueándome con mucha fuerza y eso solo hacía a mi excitación más sublime, gemía con exageración imitando al porno que él veía, intentando ponerlo más caliente.

—Ay primito, no pensé que tu culo fuera así de grande —dijo golpeando mi entrada con su polla —. Si lo hubiera sabido, te habría cogido desde hace mucho.

—Follame ahora, rómpeme el culo —dije con suciedad en mis palabras.

—¿Me deseas? —preguntó escupiendo en mis nalgas —. ¿Se te antoja la vergota de tu primo?

Asentí gimiendo al sentir sus dedos anchos meterse en mi entrada húmedos por su saliva.

—Gime mi nombre primito, dime cuánto te gustaría chuparme la verga.

—Martín —dije con jadeos —... déjame chupártela.

—Chúpamela primo, gánate esa cogida —dijo empujando mi espalda y despejando su pene.

Me di la vuelta y me arrastré por la cama para sostener su miembro en mis manos, era enorme y jugoso, húmedo por el semen en la punta y ancho por las venas exaltadas en el, le di unas lamidas con a una paleta y lo metí en mi boca chupando y lamiendo la punta donde podía hacerlo gemir. Sus piernas se retorcían del placer y sus jadeos varoniles me ponían el miembro cada vez más duro.

—Eso primito, te estás ganando una buena cogida —dijo riendo por el placer.

El sabor salado de su pene era delicioso en todos los más ricos sabores que probé en mi vida, su miembro era tan caliente y suave, salado y dulce al mismo tiempo,  y apostaba a que sus cogidas serían igual de deliciosas como lo era el sabor en mi lengua.

Lo chupé más rápido de arriba abajo sacándole pequeños chorros de líquido preseminal, podía escucharlo gemir y disfrutar de mis felaciones, de verdad quería ganarme esa rica follada suya.

—Más primito, hazme gritar del placer —me ordenó jalando mi cabello y usando mi cabeza como satisfactor sexual.

Lamí con velocidad las partes más delicadas y propensas al placer que había detectado en su polla, húmedo y erecto era tan sencillo mamar, tan exquisito miembro que podrías chupárselo por mucho tiempo más.

Él gimió con fuerza en una lamida de mi lengua en su polla

—¡Si! —jadeó entre una risa contagiada de placer—. ¡Así!

Era suficiente escuchar eso para saber que era ahí donde su verga era más sensible al placer, con solo unas mamadas en ese lugar lo hice retorcer su espalda y hacerlo eyacular en mi boca con ese gran semen caliente llenando hasta el fondo de mi garganta. Quise saborearlo un rato más antes de tragarlo, aquello era lo más delicioso del mundo y desperdiciar el momento sería ingenuo. 

—No te lo tragues —me ordenó y me apretó del cuello jalándome a su boca. 

Me besó y me abrió la boca con su lengua, intercambiando su semen con nuestra saliva, el beso más caliente que había tenido en mi vida fue con él, su lengua me llegaba hasta la garganta y la fusión de su saliva con su semen era riquísima, un tipo de beso tan candente que los siguientes que di fueron como una simple caricia frente a un intenso vaivén de placer.

Él se separó un poco después de sacarme el semen de la boca para después, abrirme los labios y depositarme su lengua llena de su esencia sexual otra vez, la recibí con la lengua y la revolví por mis mejillas como enjuague.

Me la tragué pero el beso seguía teniendo ese sabor que tanto me gustaba, su lengua hacia maravillas en la boca y no podía evitar pensar en que eso podría hacérmelo en mi entrada. La sola idea de tener a mi amado primo con esa lengua larga metida en mí me ponía los pelos de punta. Martín me rodeó con sus brazos musculosos y continuó con el beso, yo podía nadar en sus músculos grandes pero no tan definidos, separé mis labios y bajé para chupar su pezón bebiendo su sabor. Me senté en sus piernas anchas y pesadas mamando sus pezones y siendo penetrado con los dedos de Martín.

—Más adentro —le pedí gimiendo sobre su pecho.

—¿Así primito? —me preguntó una vez que metió sus dedos hasta el fondo tocando mi punto de placer en grandes espasmos de placer.

—¡Sí, ahí! —gemí abrumado por lo rico que se sentía.

—Ay, primo, ya te ganaste la cogida de tu vida —dijo apretando mi trasero con ambas manos.

—Ya no me hagas esperar —le dije lamiendo su pecho velludo y absorbiendo el aroma de su cuello ancho.

Él me empujó sobre la cama fuera de sus piernas y me dio la vuelta quedando boca abajo con solo un empujón, jaló mis piernas y me puso en 4 sosteniendo mis caderas frente a su palpitante miembro duro.

—Enserio me voy a chingar todo —dijo y golpeó mis nalgas con palmadas y embarrando su polla húmeda con excitación.

—Métemela toda —supliqué desesperado por su inacción.

Él se rió y escupió en mi entrada con la saliva recién calentada por el beso, se sintió aún mejor cuando su polla empezó a abrirse camino en mi entrada separándome las piernas. Solté un par de jadeos en cuanto su falo entero me estaba penetrando, se mantuvo quieto unos segundos y de la nada, empezó a embestirme sin control alguno, mi cuerpo fue tomado por sorpresa y mi entrada dolió unos instantes antes de que mis ojos se pusieran en blanco.

Sus caderas me golpeaban las nalgas con violencia y su pene me cogía con desesperación, los gemidos de mi boca eran imparables y constantes con mi primo cogiéndome con tanto poder sexual.

—¿Se siente rico, primito? —me preguntó atacando a mi próstata.

—Está riquísimo —respondí gimiendo y murmurando su nombre para conseguir excitarlo más.

—Ay, primito, ¿tanto me deseabas montado sobre ti? —dijo al escuchar como gemía por él.

Podía sentir los pegajoso del semen en su miembro pegado y estirándose en mi trasero con cada embestida, haciendo un sonido de chapoteo en la habitación que dejaba claro que Martín me estaba cogiendo a pelo como en uno de sus videos. Temí por un momento ser descubiertos, pero el momento consumió mi atención completamente.

Mi mente estaba enfocada solo en lo que él tenía mentido en mí, el placer más abrumante que había sentido y la satisfacción de haber logrado seducir a mi sexy primo para coger estaban en mi cabeza como un gemido de victoria. Nada iba a quitarme aquel momento, nada podía arruinarlo por más que lo intentaran, adoraba a mi primo y a su enorme verga.

—Esto nadie lo va a saber, si te voy a follar debes guardar el secreto, primito —dijo acercando su pecho a mi espalda por unos instantes para luego volver a la posición de 4.

—Mientras me folles no diré una sola palabra —acepté.

Desde luego que no diría nada, no sería solo un problema para él, también para mí, que la familia sepa que cogimos en la casa del abuelo no era algo que quería que supieran.

—Con este culo delicioso, te la ando metiendo diario —dijo con un tono pervertido y embistiéndome como un animal en celo.

Sentía que sus embestidas me llevaban al cielo, pero sabía bien que lo que estábamos haciendo estaba de cierto modo, mal. Aún con eso, no iba a detenerme, quería que me cogiera y eso estaba haciendo, y se sentía endemoniadamente delicioso sentirlo duro, caliente y pegajoso dentro de mí.

Puse los ojos en blanco por el poder con el que su polla me golpeaba en mi punto de mayor placer, quería correrme y rápido, pero quería sentirlo todo lo que podía antes de terminar con el maravilloso sexo que estábamos teniendo como buenos primos que éramos.

Martín ya se había corrido pero aún tenía ansias por follarme, se notaba en la forma en que manoseaba mis nalgas y restregaba su entrepierna en mi entrada con placer, gimiendo y moviéndose como caracol excitado.

—Martín, me voy a correr —dije después de masturbarme unos instantes.

—Yo también primito —dijo y me saco su verga sin previo aviso, me dio la vuelta y me sentó de nuevo en su regazo desnudo y caliente—. Hay que saborearnos bien.

Él se masturbo juntando nuestros miembros y jalándolos juntos, uno contra el otro y sin muchos problemas para provocar a ambas eyaculaciones coordinadas chorreando en nuestro cuerpo y saltando a mi cara y en su barba.

Martín se lamió la mano mojada con el semen y me chupó en mentón donde tenía rastros de mi eyaculación y la suya mezcladas, yo hice lo mismo con el semen que tenía en la barba y en su pecho, la forma de tocarnos se volvió muy íntima y confiada en momentos, yo podía tocar su cuerpo tanto quisiera y él lo disfrutaba.

Había tenido sexo con él y nunca me iba a arrepentir de ello, mi fantasía ya no lo era más, era ahora tan real que me hacía tener orgasmos en cada reunión familiar con el abuelo, mi madre siempre se preguntaba que hacía con Martín en la habitación, quizá jugábamos videojuegos, o veíamos porno mientras cogíamos, tal vez veíamos películas, o yo le hacía una mamada a ese miembro tan grande que tiene.

Ella no lo sabía y nadie lo iba a saber, solo nosotros dos cuando me follaba tan duro que me costaba guardarme los gemidos fuera del oído de los demás.

Solo éramos primos íntimos. 



miércoles, 8 de noviembre de 2023

DIRTY BOYS: 1: EL LADRON



 I

EL LADRÓN

Aquella noche era la más normal de todas, de hecho era bastante más aburrida. No había ocurrido nada diferente a lo que la rutina diaria me tenía bien acostumbrado, y es que después de la escuela pasé casi todo mi tiempo libre echado en la cama, pensando en las miles de cosas que harían a mi vida mucho más interesante.

Se había hecho de noche muy rápido, antes de las 8 las luces de las calles se comenzaron a encender, y el barrio se sumió en un silencio agobiante, pero perfecto. El único ruido que percibía desde donde estaba era el de las ramas golpeando la ventana de mi habitación y el soplido del viento atravesando las cortinas hasta llenar de frescura mi piel. 

En medio de todo aquel silencio, me encontraba yo, un hormonal veinteañero, desnudo y abandonado sobre mi cama, mientras trataba de encontrar la forma de huir del calor más efectiva, pues en el verano, la temperatura de elevaba a niveles extremos durante las noches y en las madrugadas llegaba al punto más insoportable. El calor me asfixiaba de esquina a esquina y, ni siquiera el mejor aire acondicionado era suficiente para equilibrar la temperatura.

Una de las reglas implícitas del barrio era que desde muy temprano por la mañana y muy tarde por la noche, las ventanas debían estar completamente cerradas y, de ser posible selladas, puesto que la ciudad estaba siendo azotada por una serie de asaltos nocturnos, de manera regulas, una casa era robada por sujetos extraños que siempre encontraban la forma más inesperada de irrumpir en las propiedades. Mi mamá cerraba toda entrada con seguros de la más alta calidad, traumatizada por la ultima vez que fuimos victimas de uno de esos devastadores robos. Los televisores, celulares, joyas, todo desapareció mientras nosotros yacíamos en cama durante la media noche. 

Tratar de imponerse a uno de esos criminales era la decisión más tonta que se podía tomar, pues a ellos no les había importado usar sus armas contra las personas con tal de llevarse un buen botín. El barrio era quizá uno de los más afectados por la invasión reciente de las pandillas del este de la ciudad, todos unos delincuentes experimentados buscando ampliar su zona de trabajo.

Pero en aquel momento ese no era mi problema más grande, sino el calor, tan sofocante que mi miembro suelto absorbía el calor y lo convertía en una erección dolorosa, mi cuerpo ya estaba sufriendo demasiado por el sudor mojando mi piel, había estado haciendo ejercicio de más y mis abdominales dolían bajo lo que con mis pensamientos impuros, se convirtió en un excitante calor.

Deslicé mis manos por mis abdominales, limpiando el sudor de mi abdomen, sujeté mi pene erecto y punzante con fuerza, subí y bajé su piel desatando una onda de placer momentáneo con cada embestida. Levanté mis piernas todo lo que pude liberando mi trasero de las sábanas calientes, y con uno de mis dedos me auto-penetré sin tener el plan de detenerme hasta causarme un orgasmo tan caliente como mi habitación.

Era tan virgen y "puro" que mi cuerpo me exigía placer y la única forma que conocía igual de efectiva era auto-complacer mis deseos sexuales, pero no podía negar que enserio deseaba que un hombre me penetrara sin dulzura, quizá sea un pervertido por desear esa clase de cosas, pero había estado tanto tiempo esperando, que mi mente necesitaba sentir el placer erótico encarnado en un hombre.

Al unísono del rechinar de mi cama la ventana de mi habitación fue golpeada con lo que parecía ser un metal, di un brinco sobre la cama y detuve la sesión de placer, saqué mi dedo de mi entrada extrañado por el repentino sonido, las cortinas estaban abiertas y la luz de la luna era lo único que me permitía distinguir las cosas entre la oscuridad.

Me senté sobre la cama y me dispuse a ponerme de pie con la idea de investigar lo fuera que había golpeado mi ventana, no estaba nada de humor para que alguien se metiera a robar, por lo que me asomé por el cristal sin poder ver más que la casa del vecino con las luces apagadas, giré el seguro y empujé la ventana hacia arriba sin poder sentir un cambio de ambiente tan radical pero el viento que entraba era refrescante. Me mantuve de pie enfrente de ella masturbándome y erizando mis pezones por el constante cambio de temperatura.

El placer de mi cuerpo estaba en tal punto que era dificil que pudiera detenerme, estaba idiotizado por los calientes golpes de placer que mi dedo índice metido hasta el fondo me ocasionaba, y mi mano lubricando mi miembro con el poco semen que se me había escapado de el.

Mis gemidos se desataron y yo no planeaba hacer nada para detenerlos, mis padres debían estar tan dormidos que su hijo masturbándose no debía poder interrumpir sus sueños.

El clímax estaba tan cerca que podía sentir como mi semen estaba al borde de chorrear fuera de la ventana, hasta que un tipo se asomó por ella, trepado en el árbol, se lanzó en la orilla del marco y me empujó dentro de mí habitación balanceándose y pisando con firmeza la alfombra.

Me caí al suelo mirando como el sujeto con el rostro cubierto con un pasamontañas me miraba, estaba desnudo y a punto de ser asesinado o golpeado por uno de esos delincuentes, todo por abrir la ventana por unos minutos de más. Me eché para atrás sin poder levantarme hasta chocar con la base de mi cama, él se acercó con más velocidad y me levanto del brazo y sujetó mi cuello con una de sus manos.

Sus ojos eran azules y sus labios carnosos, era todo lo que podía ver de él, aquel pasamontañas negro típico de los ladrones de caricaturas cubría bien todo rastro de su identidad. Él me aventó en la cama sin dejar de apretar mi cuello, se subió encima mío hasta respirar en mi cara soltando el aire caliente que traspasaba la tela del pasamontañas.

—Llévate lo que quieras —dije aterrado.

Sus labios de estiraron en una sonrisa terrorífica y sus ojos me pusieron los vellos de punta sin esfuerzo, soltó mi cuello y dejó sus manos libres para desabrochar su cinturón de piel enrollado a sus caderas. Mi corazón casi se sale del pánico al verle el enorme bulto bajo sus boxers, él no quería robarme, él quería otra cosa de mí.

Pude ver cómo si todo pasará en cámara lenta, su pene enorme y ancho saliendo de sus boxers y rebotando por lo largo que era, el ladrón jaló mi pelo y me acerco a su miembro con violencia.

—Chúpala —me ordenó firme con su voz áspera.

Me quedé pasmado y sin poder mover uno solo de mis músculos inertes, él parecía molesto por mi inactividad y me metió por la fuerza su pene en la boca, logrando saborear su semen expulsado por lo caliente que estaba el tipo, mi garganta de atragantó con el miembro más duro de la existencia, el cual comenzó a follarse mi boca como si de un ano dilatado se tratara, digo eso porque yo no tenía ni un solo momento de control de las felaciones.

Alcé mis manos tocando la parte baja de su miembro en las comisuras de mis labios, la señal suficiente para él de que yo iba a cooperar, ¿cómo no hacerlo?, estaba tan excitado antes de que llegara que podría chuparle el miembro a quien fuera sin ningún problema.

Moví mi lengua por todo su falo, sacándole intensos gemidos masculinos, su semen se estaba corriendo en mi boca como si estuviera mamando una ubre, inyectando el sabor amargo de este en todo mi gusto, de ninguna forma humanamente posible podría meter todo en mi boca, era demasiado grande, más grande que cualquiera que haya podido prever en internet.

Él me la sacó repentinamente dejando salir mi saliva combinada con su eyaculación sobre mi pecho desnudo, el escenario perfecto de aquella noche fue poder haberlo visto  quitarse su ropa con velocidad, su camisa negra se salió fácilmente por su cabeza mostrándome su cuerpo musculoso y pálido, decorado con tatuajes en sus brazos desde sus muñecas a sus hombros, era por mucho el más sexy y candente cuerpo que había visto, aquel hombre, podía hacer conmigo lo que sus más profundas fantasías le ordenaran. 

Bajó sus pantalones y me mostró sus piernas fornidas, todo su cuerpo desnudo y salido de una pintura del mismo cielo, un dios en todo el sentido. Él me jaló las piernas y me dio la vuelta poniéndome boca abajo sobre la cama.

—¿Quieres que te folle? —me dijo en el oído.

Soltó una fuerte nalgada en mi trasero y yo solo guardé silencio sintiendo su pene rozando con mi entrada palpitante.

—¡No te escuché! —dijo con más intensidad.

Volvió a nalguearme con mucha más fuerza, tan excitante golpe me hizo gemir como todo un pasivo.

—Sí, fóllame —dije sin pensarlo.

—Así me gusta —dijo con una carcajada.

Él alineó su pene en mí entrada, escupió en ella unas dos veces entumiendo mi espalda y me lleno por completo de su miembro sin mucha delicadeza. Pude sentir todas esas venas gordas y palpitantes en las paredes húmedas de mi recto, abriéndose paso por mi estrecho ano virgen.

Sabía que dolería la primera vez, pero nunca pensé que tanto, y mucho menos me hacía a la idea de que con quién lo haría primero, sería con un sexy ladrón con un miembro de aproximadamente 20 centímetros, él no se tentó el corazón y me empezó a coger con extrema dureza. El dolor era enorme y el placer me hacía morder las sábanas, el rechinar de mi cama era preocupante, mis padres podrían despertar y más con los gemidos fuertes del delincuente subido sobre mí dándome tan duro que sentía como si me fuera a correr sobre la cama sin tocarme. Adoraba las sensaciones que me llenaban el cuerpo, dolor y placer combinados en un intenso ciclo de embestidas a pelo que no soportaba.

Otra nalgada atacó mi glúteo provocándome un gemido y llenando de placer mi cuerpo con sus estocadas cada vez más placenteras, dolía, pero era tan sencillo de ignorar con lo fácil que él me golpeaba en ese lugar donde siento el placer puro. Ese suave y delicado botón que estaba siendo follado por él, un criminal con la polla más deliciosa del mundo.

El sonido de su piel chocando con la mía me ponía los ojos en blanco, el sudor de mi frente se caía en las sábanas y me ayudaba a adaptarme al calor que aún se sentía tan presente, duplicado por el sexo, avivado como llamas con el jodido buen trabajo que el ladrón me estaba haciendo allá atrás. Sentía la fiebre aumentando en el ardor de mi frente y en como sus manos calientes aceleraban el calentamiento de mis adoloridas nalgas rojas.

—Gime más fuerte para mí, imbécil —me ordenó.

—No... No puedo —titubeé a su orden.

—¿A no? —dijo furioso. De inmediato me levanto el torso juntando su pecho con mi espalda y metiéndome su pene hasta el fondo, gemí demasiado fuerte electrificado por su embestida—. Dime que no y te voy a castigar otra vez.

—No... —volví a decir alimentado por las ganas de sentir eso de nuevo.

—Te gusta jugar conmigo, pero estás tan apretado que no puedo sacarte la verga para castigarte —dijo taladrando mi entrada y mordiéndome el cuello alzando mí mentón y juntando mi nuca con su hombro—. Dime que te gusta que te dé pito.

—Me gusta que me cojas —solté ebrio del placer —, dame más.

—¿Así? —me preguntó golpeando mi próstata tan fuerte que deliré en ideas que no creí existentes, un placer tan sublime que parecía que solo estaba soñando con él.

—Más adentro —le pedí restregando mi trasero en sus caderas.

Con rapidez me golpeó la piel con sus penetraciones cada vez más veloces y despiadadas, tanto que en lugar de sentir el dolor me sentía hecho polvo del enorme éxtasis que mi cuerpo logró alcanzar, ese enorme pene era más que solo apariencia, él sabe cómo moverse y llenarme de su semen por todo el recto.

—No dejes de gemir —me ordenó con severidad en su voz—. O enserio me voy a enojar, corazón.

Creí que ya estaba enojado, con la forma tan brusca en que me follaba podía pensar eso, pero enserio quería que se enojara más para sentirlo correrse en mí. No gemí, aguanté con todas mis fuerzas cada jadeo de mi boca y podía escuchar como sus gruñidos demostraban que estaba desesperado por hacerme gemir, le gustaba oírme hacerlo.

—¡Gime! —me dijo con enojo.

—No puedo —dije con la idea de provocarlo.

—Si puedes, verás que sí —afirmó jalando mis hombros y usándolos como impulsor a sus estocadas, llenando de un incontrolable placer mis entrañas.

Mi cuerpo estaba en el límite de su capacidad y mi piel se derretía como hielo.

No podía evitarlo, solo comencé a gemir muy fuerte bajo las sábanas, me follaba tan duro que era imposible no gemir, enserio no quería que se detuviera.

—No, levanta la cara —me dijo al ver qué cubría mis gemidos en la cama—, no me importa quién te escuche, quiero que sepan que te estoy cogiendo y que te gusta.

—Nos van a descubrir —jadeé en medio de su penetración —no quiero que lo hagan, quiero que me cojas.

Si no nos habían escuchado ya, era un milagro, si yo no gemía, él sí lo hacía, y muy fuerte.

—Estas bien apretado, se siente riquísimo —dijo con su voz áspera y fuerte—, aprieta más el culo para papi.

Obedecí apretando mi cuerpo y dándole lo que quería, sus jadeos me excitaban demasiado y sus mordidas en mi espalda me gustaban mucho más, la forma en que me sometía a él no me molestaba, dejarlo hacerme todo era mejor. Sabe cómo darme placer.

—¿Te gusta la leche de papi? —dijo.

—Me encanta —dije con debilidad.

Él me saco el miembro de golpe y sentí como si me arrebatara una parte de mí, me volteó sobre la cama para después meterme el pene en la boca como había hecho en un principio. Solo necesité chupársela unos instantes para poder sacarle todo el semen que tenía guardado, chorros y chorros de ese líquido pegajoso y exquisito ahogando mi boca.

Sabía algo salado pero me gustaba su sabor, me lo tragué y seguí chupando la punta de su miembro como si fuera una paleta, todo hasta dejárselo bien limpio y brillante.

—Se amable y mastúrbate para mí —me dijo con todo menos amabilidad. 

Se bajó de la cama metiendo la punta de mi miembro sobre su lengua saliendo del agujero del pasamontañas. Mis mejillas se pusieron rojas al ver esos perfectos y carnosos labios besando mi polla.

Me masturbé muy rápido, con desesperación, el placer fue inmediato y abrumador, el chorro de la eyaculación le llenó la boca y sus dientes blancos y rectos comenzaron a escurrir de leche espesa hasta su lengua.

Él se tragó mi semen y chupó de la misma manera mi miembro sin dejar un rastro de mi esencia en él, se sintió demasiado bien, no conocía el placer de una felación hasta ese momento.

—Estuvo delicioso, voy a volver por más —dijo y se acercó a mis labios.

Aquel ladrón me plantó un beso pasional y se llevó consigo una buena cantidad de mi saliva a la boca.

Me quedé tirado en la cama con la misma posición en la que él me dejó, completamente satisfecho sexualmente por su excelente forma de follar, esperando impaciente todas las noches que volvió para reanimar mis ansias sexuales.

Esa noche, ese ladrón robó mi virginidad y toda mi atención.




DIRTY BOYS: 2: PRIMOS INTIMOS

II PRIMOS INTIMOS Cada mes de diciembre, en las vísperas de fiestas, yo era forzado por mis padres a visitar la casa en la granja de mis abu...